Earth Teja, alfombra de Nanimarquina, primicia del Salone de Milano
En aquella lejana época (snif), los
pupitres de la escuela eran de madera y mostraban las cicatrices que habían
dejado en su superficie unas cuantas promociones de mocosos con bata a rayas.
Tenían un agujero para poner el tintero, aunque el bolígrafo ya los había
relegado a sumidero para la imaginación. También eran de madera el plumier para
los lápices, las peonzas, las espadas de romanos y los toboganes del parque por
donde me tiraba con mis amigos sin soltar el pan con chocolate que mi madre me
había preparado para merendar. No vuelvas tarde, me decía, y se quedaba tan
tranquila porque el tráfico urbano era un concepto que aún se había de
inventar. La ropa era de algodón o de lana
y aún faltaban unos años para que el poliéster empezara a picar. La cartera del
cole era de cuero y las botas apretaban los pies hasta que se adaptaban un
poco. Las sábanas eran blancas. Los vasos, de aluminio de colores o de cristal
tallado. Los cromos se pegaban en los álbumes con el adhesivo transparente que
salía por un tubito metálico y tardabas meses en completarlos a base de sobres
que costaban una peseta.
Bikini de Moroso, que se verá en la próxima edición del Salone
Visito una feria de anticuarios, me pierdo entre los cacharros
desmayados y veo que
los años han hecho muy bien su trabajo. Las botellas de leche o de limonada,
serigrafiadas con fantásticos logotipos de la época, descansan en cajas de
madera, y da gusto acariciar el relieve de las marcas: se han convertido en
objetos de deseo. Lo mismo que las sillas de finas patitas de peral tapizadas
con motivos geométricos. O las cajas metálicas de lápices de colores. Visto desde la perspectiva
nostálgica que proporciona una tienda de objetos antiguos, todo parece poseer
unos atributos de autenticidad que, en su momento, no tenían mucho sentido.
Ahora, sí. El diseño busca la magia de esas sensaciones y vuelve la vista atrás
para crear objetos que perduren, que trasciendan el vulgar y dañino “usar y
tirar”. El revival es una operación de lógica, no de marketing.
Una mesa de Kubedesign de inspiración zen que también es "anteprima" de Milano.
Clásico y diseño son dos términos
que, desde hace un tiempo, se guiñan el ojo. Quizá la modernidad no es más que
una forma de mirar las cosas de siempre con un filtro diferente, de asumir un
presente que se despereza sin prisas y con él, todo aquello que está destinado a
sobrevivirnos. Regresa la madera, nos dicen los
diseñadores más avispados. Vuelve el diseño nórdico, la estética atemporal,
limpia, sobria, con regusto a verdad, que sabe envejecer con dignidad. Se
recuperan las texturas de los años cincuenta, la estética Mad Men, los
materiales que apetece acariciar como una piel dorada por el sol. Ah, pero… ¿se
fueron alguna vez?
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