Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito

Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito
Casa Sardinera de Ramón Esteve. Foto: Mariella Apolonio

lunes, 27 de febrero de 2012

Oscar para un diseñador de arte: “And the winner is…”

En el mundo del cine, los diseñadores de producción (o directores de arte) son gente que trabaja con los mismos mimbres que los diseñadores de interior, solo que al servicio de un lunático empeñado en contar un cuento. La fantasía, los sueños y la realidad se entremezclan en sus trabajos creando un universo a veces inolvidable. La obra de directores personales como Almodóvar o Scorsese no sería nada sin el sustrato visual que proporcionan los diseñadores.

El Oscar otorgado al diseñador de arte italiano Dante Ferretti y a la decoradora Franscesca Lo Schiavo, su mujer, por su trabajo en Hugo, la última cinta de Scorsese, nos recuerda la gran importancia que tiene esta labor en el acabado de una buena película y el escaso conocimiento que tenemos de estos grandes profesionales. Ferretti trabajó con los mejores directores italianos −Passolini, Fellini, Zefirelli−, antes de empezar una larga y sólida carrera en Hollywood que le ha llevado a diseñar la atmósfera de películas de Tim Burton, Coppola y Cronenberg.


Entrevista con Dante Ferretti,
Oscar 2011 a la mejor Dirección Artística, por Hugo

El Diseñador de Producción es el responsable último de la apariencia estética de una película y por tanto es el coordinador del trabajo de un montón de profesionales que contribuyen a ello: directores de arte, decoradores, vestuario, efectos especiales… La textura visual de un film es el resultado del trabajo de toda esta gente que responde a un concepto estético que el director y el director de producción deben haber diseñado previamente. Si pensamos en obras como Shutter Island, The aviator, Gangs of New York o Sweeney Todd, recordaremos, junto con la emoción que nos ha proporcionado la historia, las atmósferas que nos han envuelto mientras las contemplábamos. Probablemente lo primero que nos llegue a la memoria de cada una de ellas sea precisamente ese impacto visual que envuelve la historia, que a veces es más importante que la propia aventura. Me atrevería a decir que hay bastantes films donde la estética es más importante que la propia narración, o por lo menos, más eficaz.

Imagen de "La invención de Hugo", de Martin Scorsese

Ahora que todos los diseñadores de interior se afanan en proponer espacios que emocionen, que vayan más allá de la funcionalidad obligatoria y nos toquen el corazoncito con el dedo de la sorpresa, es un buen momento para rendir homenaje a Dante Ferretti y otros grandes diseñadores como él. Para ello, la próxima vez que vaya al cine, voy a fijarme especialmente en los decorados, en los objetos, en el atrezzo, en los paisajes, en las localizaciones, en la escenografía del sueño que es una película. Probablemente no me enteraré de la historia, pero en el noventa por cien de los casos me haré un favor a mí mismo.

viernes, 24 de febrero de 2012

James Bond se merecía un sofá mejor


Pregunta. ¿Qué impulsa a los fabricantes de automóviles a promover una línea de decoración propia? Echar un vistazo a las piezas que acompañan este post. No tienen desperdicio. Butacas relax de Lamborghini, sofás de Aston Martin, complementos de Ferrari. De hecho, éste último nos da la clave del tema: se trata de utilizar la potente imagen de marca del caballito rampante para crear una línea de complementos. Aquí Ferrari es un logo, un color y un concepto. Las multinacionales del perfume hace años que mantienen con vida algunas firmas de moda gracias a sus fragancias, por las que ingresan mucho más que con las colecciones de ropa. Merchandising: George Lucas sabe de qué hablamos…

Chaise longue Aston Martin

El problema se presenta cuando el objeto en cuestión es algo tan difícil de proyectar como un sofá que, encima, pretende recoger las esencias de la marca. El resultado son piezas ridículas, de estética dudosa que, sin duda, perjudican la buena imagen que la firma tiene entre los apasionados por el motor. El coche masculino y potente que conducía 007 en sus primeras aventuras se merecía algo mejor que esa cosa con faros y radiador acolchado que algún verdugo del diseño ha presentado a los ejecutivos de la firma, sin duda preocupados por el golf u otros menesteres. Un poco de criterio, no hubiera estado de más.

Sofá de Lamborghini


Otro que se atreve con todo: el carrocero Pininfarina, al que el mundo del automóvil se le queda pequeño y mantiene una división de productos de consumo extremadamente activa. La verdad es que trabaja tanto que hasta ha llegado a dominar algunos campos ajenos al suyo. Las cocinas que proyecta para Snaidero, por ejemplo, tienen su gracia. El problema es que necesita recordarnos cada día que es el carrocero de las grandes marcas y todos sus diseños para hogar evocan a los bólidos y hasta parecen a punto de salir de boxes. Mmmmm….


Cocina Ola de Snaidero, diseñada por Pininfarina

Pero no todos son malas noticias en el mundo del motor. El estudio Porsche Design, desde Austria, dirigido por el nieto del fundador de la marca alemana, Ferdinand Alexander Porsche y diseñador él mismo del modelo 911, es un ejemplo de buen hacer en el campo del proyecto de objetos de consumo. Un poco teutónico, pero eficaz y riguroso como pocos. Todo lo que sale del estudio Porsche asombra por su precisión y belleza aunque podríamos discutir la necesidad de crear una cocina íntegramente Porsche. Pero, vaya, se lo vamos a perdonar porque en conjunto es una pieza preciosa.

Otro día hablaremos de los diseñadores de moda que se meten en sofás de once varas.

martes, 21 de febrero de 2012

“El interior de un local debe emocionar”

Entrevisto al diseñador Claret Serrahima en su espacio del Barrio Gótico de Barcelona, Estudio Clase BCN, para un reportaje sobre su obra que aparecerá en la próxima edición de la revista Proyecto Contract. Activista, provocador, pionero, comprometido, serio, ingenioso… los adjetivos en realidad están diseminados por las innumerables obras de identidad de empresa y carteles que ilustran las paredes. Un trabajo afinado e ingente que le ha valido el Premio Nacional de Cultura y el reconocimiento que se ha plasmado en una gran exposición en el Arts Santa Mònica. Unos cuantos comentarios espigados de la entrevista muestran el calado de su experiencia en el mundo del diseño gráfico.

“Muchas veces los responsables de una empresa de restauración o de un comercio, que son muy conscientes de la importancia de una correcta comunicación gráfica, piensan en cuanto a su interiorismo en términos de estricta funcionalidad. No se dan cuenta de que el interior, como el conjunto de lo que transmite la firma, también debe emocionar.”

“Un edificio o un interior debe ser capaz de comunicar su función. En este sentido hay edificios que no me gustan pero reconozco que funcionan muy bien en cuanto que expresan perfectamente su esencia a los que los contemplan. La arquitectura y el interiorismo deben comunicar.”

“El primer acto de diseño lo hace el cliente cuando escoge a un estudio de diseño o a otro. En esa elección, que ya implica ciertas consecuencias para el proyecto, se agazapa el primer paso del diseño. De la misma forma, en nuestro estudio damos nuevos pasos cuando pensamos en determinado fotógrafo o ilustrador.”

Claret Serrahima, Clase BCN


“Los políticos deberían estarse quietos una temporada y dejar a la sociedad civil que decida en qué sentido quiere avanzar. La manía frenética de lanzar proyectos para que se note su presencia a toda costa es nefasta para todos.”

“Ya casi no reconocemos las Ramblas. La ciudad de Barcelona está aquejada de una idea de progreso equivocada. La mejor manera de fomentar el turismo sería permitir que la ciudad mantenga sus señas de identidad, aún con todas las imperfecciones que ello implique.”

“En los encargos institucionales solemos disfrutar de mayor libertad, lo que nos permite llenarlos de contenido a nuestro gusto, aprovechar ese resquicio para hacer proyectos más atrevidos y personales.”

lunes, 20 de febrero de 2012

¿Por qué los interioristas son invisibles y los cocineros mediáticos?

El universo del diseño de interiores carece de estrellas mediáticas.  Esto es un hecho, aquí y en Estocolmo. Si exceptuamos el fenómeno de los arquitectos estrella, ahora denostados por su tendencia colosal al derroche, no existen nombres conocidos en el mundo del interiorismo. No hay personajes mimados por los medios, no hay entrevistas divertidas,  ni profesionales excéntricos, ni cachondos mentales que den juego en los medios de comunicación. No hay programas de televisión que se ocupen de sus extravagancias,  ni columnas sesudas en prensa, ni programas de televisión que expliquen sus  ocurrencias. Apenas conocemos leyendas del interiorismo, jóvenes promesas o viejas glorias, cotilleo sano o envidioso, paridas dignas de mención…

Y ello que se trata de la gente que diseña nuestro entorno, esos escenarios donde suceden esas cosas importantes que obsesionan a los medios y a sus lectores: la vida cotidiana y nocturna, la comida, el sexo, el ocio, las relaciones y todo lo demás. Es como si en una superproducción de Hollywood nadie se preocupara de los decorados o la dirección de arte. No cuentan…

No vamos a suspirar por la fama universal de un Ferràn Adrià, que se ha ganado con imaginación y riesgo su estatus como icono de la gastronomía mundial… No hace falta aspirar tan alto, pero ¿cómo es posible que cualquier cocinillas de tres al cuarto sea digno de ocupar planas de dominicales por el supuesto mérito de una nueva versión de la tortilla de ajos tiernos? ¿Qué tienen los cocineros que no tienen los diseñadores? Más guapos no son, sino más bien al contrario… ¿Entonces…?

Tengo una teoría.

La gastronomía ­–como la moda, la música, el deporte o el cine– es muy fotogénica. Da bien en los medios y es extremadamente asequible. Todo el mundo la entiende porque apela a un instinto básico escasamente cultural. Todos comemos y tenemos paladar (aunque el de algunos sea de esparto) y, por lo tanto, todos sabemos de qué nos hablan cuando nos explican las bondades de la cocina molecular. No importa si la detestamos o preferimos un buen pincho de chistorra. Es una opción, pero está en el mismo plano sensitivo que la esferificación de encurtidos ibéricos con aroma a pimentón de la Guayana. En ambos casos, te lo metes en la boca, lo saboreas y opinas, Es fácil. Es un lenguaje que, por mucho que se haya sofisticado, pueden entender el profesor de filosofía y el albañil.

Que algo tan sencillo como esa ingestión de alimentos se haya convertido en un acto cultural digno de llamar la atención de la Documenta de Kassel es simplemente el signo de los tiempos. Nuestras prioridades culturales pasan por los sentidos básicos.

Izquierda: Torre Swiss Re de Norman Foster. Derecha: pepino.

La gastronomía es una actividad muy simple que hemos elevado hasta un estatus complejo. El diseño de espacios, por el contrario, es un acto tremendamente complejo que origina entornos cuya misión es influir en nuestro comportamiento sin que nos demos cuenta. Su vocación es la invisibilidad conceptual, la discreción como estilo, la no interferencia. Hay que hacer una reflexión sutil y experta para entender la grandeza del interior de un edificio bien resuelto, la calidad de una vivienda luminosa, la hospitalidad de un local de restauración donde sirven pinchos de chistorra.

El mayor mérito del interior bien proyectado es que no se note el esfuerzo realizado allí. Por eso cuesta un poco apreciar la calidad de los materiales, la correcta iluminación, la acústica adecuada, la responsabilidad del diseñador con las buenas vibraciones que ofrece un restaurante o una casa. Es algo que parece inherente a los espacios y nadie se lo plantea como el trabajo riguroso que realmente es.

Saborear un buen diseño de interior requiere un gran bagaje cultural, algo más que el simple paladeo de un pincho. Como deformación profesional, el buen interiorista tienda también hacia la discreción absoluta, el alejamiento de las cámaras, la introspección, y con esta actitud, qué difícil es convertirlo en un personaje mediático. No es casualidad que los diseñadores vistan siempre de negro para no llamar la atención. Pero este es tema para otro post…

viernes, 17 de febrero de 2012

¿De qué hablamos cuando hablamos de interiorismo?

Cuida tu casa y ella te cuidará a ti… ¿Por qué es tan importante para nuestro desarrollo como personas la interacción con nuestro entorno cotidiano? ¿Influye la casa en nuestra felicidad? Busquemos experiencias personales que alumbren este camino para saber, en homenaje a Carver, de qué hablamos cuando hablamos de interiorismo.

Nota 1. Haces el ejercicio de cerrar los ojos y rememorar unos cuantos momentos de auténtica felicidad. Todos tienen un escenario detrás y en algunos de ellos el escenario se ha impregnado de la magia del recuerdo o al revés. Curiosamente todos esos espacios son irrepetibles. Sólo viven en tu memoria.

La casa Schaffer donde vive el profesor que interpreta
Colin Firth en "Un hombre soltero",  en Glendale, California.

Nota 2. Revisas de nuevo “Un hombre soltero” de Tom Ford para comprobar que una historia de sentimientos se puede construir a través de sus decorados. La casa donde vive el personaje de Colin Firth, proyectada por John Lautner cerca de Los Ángeles en 1949, es un personaje más de la historia, existe y habla por sí misma. ­­­­­­No sólo eso: ahora mismo está en venta. Por cierto, si no has visto esta película, corre a tu videoclub.

Nota 3. Te llama él (o ella) y te propone una cena, pero te encargas tú de buscar el sitio. Piensas en restaurantes especiales, con atmósfera acogedora, nivel acústico agradable, iluminación equilibrada. Quieres que todo sea perfecto. En realidad el menú es lo que menos te preocupa, pero entonces caes en la cuenta de que las guías están organizadas por tipos de comida, precios, zonas… La atmósfera del espacio en sí, lo esencial en un restaurante, no suele preocupar  a los críticos.

Nota 4. Lees el “Elogio de la sombra” de Tanizaki y luego entrevistas a su alumno Kaoru Mende, Light Designer reconocido internacionalmente, experto, según dice él mismo, en construir sombras hermosas para habitar y para compartir en los paseos. Buscas sombras bellas a tu alrededor y descubres que siempre habían estado ahí. Hola.

Nota 5. Recuperas tu carpeta de “Interiores que realmente me han impactado” para averiguar qué es lo que te dejó sin aliento durante unos segundos. Y descubres que no son las casas más espectaculares. No es la tecnología domótica. No son los metros cuadrados ni los muebles de alto presupuesto. Es… una sutil combinación de azul celeste y Siena. Es la luz de una  mañana suspendida en un porche con un café con leche en la mesita y un perro dormitando al fresco. Es algo tan simple como el círculo de humedad que deja un vaso de cristal en una mesita de fresno.

Fotografía: Pere Peris, Estilismo: Mª Victoria Aroca

Nota 6. Estás sola. Estás solo. Tú y tu casa. Te relajas. Estiras las piernas sobre el sofá y bebes un sorbo de vino. Dejas la mente en blanco. Y de repente echas de menos el bullicio de tus amigos, los gritos de los niños. Y tienes la sensación de que tu casa también los echa de menos. Pero en tu entorno, no sientes la soledad, sino un estar acompañado.

Nota 7. Entras en una catedral. Todas sirven. El espacio es sobrecogedor. Te sientes como un insecto allí dentro y no puedes evitar la sensación de que te miran desde arriba. Arriba, aquí, se escribe con mayúsculas. El silencio es como el vacío que te rodea. En el siglo XV tenían muy buenas nociones de interiorismo.

jueves, 16 de febrero de 2012

Cómo reconocer un diseño malo

En el mundo del interiorismo profesional existe una palabra que define perfectamente a una pieza mal proyectada, fea o que, simplemente, atenta contra el más elemental mal gusto. Se conoce como “diseñito”… un diminutivo que hace referencia a un diseño que pretende ser muy aparente pero que, en realidad, no le llega a la suela de los zapatos a un elemento bien proyectado.

El diseñito (o burruño) no siempre se distingue de su hermano mayor el diseño de verdad, aquel que definieron los primeros arquitectos racionalistas como algo cuya belleza emana de su propia utilidad, que se explica a sí mismo y ha nacido con la misión de hacer la vida más agradable. En ocasiones se confunde con el bueno porque tiene algunos de sus rasgos y también porque cuenta con la ventaja de ser muy aparente. Eso hace que, entre personas poco acostumbradas al proyecto serio, se instale en su imaginación como sustituto cuando, en realidad, lo único que pretende es asombrar a las visitas y poco más.

Damos unas pautas para distinguir a primera vista un diseñito (o zurullito de diseño) de lo que realmente viene a hacernos la vida más agradable:

  1. Los diseñitos realmente malos siempre resultan muy chillones. Están obsesionados con que les consideren diseño de vanguardia, rompedor y revolucionario. Por eso utilizan formas imposibles, colores estomagantes y  movimiento aparente. Cuando veamos un mueble de cocina que parece moverse en alguna dirección, estamos ante un diseñito.


  1. Los diseñitos rompen con lo establecido pero no llegan a ningún lado. No aportan nada nuevo, excepto el pasaporte del país de Diseñilandia que parece dar categoría a quién lo posee  y, en realidad, muestra su ignorancia. Cuando veamos una silla con respaldo estrambótico, patas peludas o estructura inestable, estamos ante un diseñito.



  1. Los diseñitos añaden apéndices inútiles a las cosas para que se noten que hay un valor añadido, aunque en este caso el único valor es el del diseñador que los presenta y enreda a un fabricante despistado. Cuando veamos una lámpara con añadidos churriguerescos, estamos ante un diseñito.



  1. La tentación de diseñar un mueble u objeto inspirado en partes del cuerpo humano o elementos de la naturaleza es muy grande entre los malos diseñadores. Aunque existen popes del diseño orgánico, la mayoría de los que entran en este apartado son nefastos y sólo merecen adornar la nave de Alien. Cuando vemos una silla en forma de lengua estamos ante un diseñito.



  1. Los diseñitos son muy hábiles “homenajeando” diseños establecidos o clásicos. Le dan la vuelta, le añaden algo, lo estropean un poco  y ya está. Ya tenemos el plagio disimulado. Cuando una empresa presume de trabajar con diseñadores propios, desconfiemos. Seguro que sus diseñitos son copias encubiertas. Pero este tema merece una entrada completa y documentada. Seguiremos…




martes, 14 de febrero de 2012

Si te gusta el mueble clásico ¿por qué no te alumbras con un quinqué?

Una buena pregunta que siempre he formulado a los fanáticos detractores del diseño actual, defensores a ultranza de los espacios equipados con piezas de reproducción de estilos pasadísimos. Seamos coherentes. ¿Qué sentido tiene utilizar un ordenador de última generación en un escritorio de patas torneadas y sobre de cuero verde? ¿En qué rincón de la “boiserie” victoriana colocamos el teléfono inalámbrico? ¿Tiene lógica instalar luces Led en una araña de cristal de strass? ¿Para qué utilizar aire acondicionado con bomba de calor si puedes encender una buena hoguera en el hogar?
Otra buena pregunta para que se puede propinar a los retrógrados  fans del mal llamado “estilo clásico”. Así que te gustan los muebles clásicos, eh… ¿Y de qué época concretamente? ¿Isabelinos, georgianos, Luis XV, rústico castellano, eduardiano, Chippendale? Ah, que no tienes ni idea. Vaya, que para ti, clásico es todo aquello que no huele a diseño actual y no te importa que tu casa sea una ensalada indigesta de estéticas viejunas. Está bien…
Otra cuestión incontestable. Si tu coche es el último modelo de su categoría, tu teléfono móvil el dispositivo más capaz del mercado y tu ordenador la máquina más potente que has encontrado en el FNAC… ¿por qué vives a gusto en una casa cuya estética huele a mesa camilla de la abuelita con brasero incluido?
Las respuestas (ya me adelanto a los acontecimientos porque las conozco bien) discurren por el camino de la calidez, el confort, la frialdad del minimalismo y el “horror vacui”. Curioso sentimiento generalizado en nuestro país que sólo se explica por la profunda incultura de la casa que gozamos, la dejadez de la gente moderna en cuestiones como la decoración que se abandonan en manos de la suegra, y la mala prensa que el diseño tiene entre el españolito medio.
Diseño en cuestión de tecnología, informática, moda, automoción o incluso grafismo es algo muy positivo en nuestra cultura popular. En cuanto se refiere a la casa se convierte en una incomodidad para “modernetes” que se traduce en  frialdad y snobismo. No importa que la definición de una casa moderna  −sencilla, ordenada, elegante, limpia− esté formulada desde hace más de cincuenta años. No importa que la arquitectura residencial pida a gritos un interior actual. No importa que la domótica y las nuevas tecnologías estén abiertamente reñidas con los cojines a cuadros.  La decoración clásica, dice el acervo popular, es más cálida. O como muy bien dicen los amantes del “spanish cutre”: es propia de una casa de categoría. Porque en definitiva, y ahí viene lo más triste de este asunto, el mueble clásico es una elección aspiracional, que se relaciona con la alta burguesía, la riqueza, el abolengo , la reigambre, las buenas costumbres y otras zarandajas por el estilo.

Si alguien duda de este análisis de ir por casa que visite el despacho de un notario. Cualquier notaría de nuestro querido país servirá… ¿Qué vemos? Madera por todas partes, sillas tapizadas de patas torneadas, mesas pseudo clásicas, lámparas Tifannys falsas, alfombras persas de Bocairent…  Pues eso es lo que nos quieren vender con toda la mala pata del mundo. La próxima vez que entre en el despacho de un notario (Dios quiera que tarde mucho años) le preguntaré por qué razón no escribe sus documentos con una pluma de ganso.

sábado, 11 de febrero de 2012

Lugares con interiorismo nefasto

¿Os habéis encontrado alguna vez en un espacio público que ofende vuestro más elemental sentido de la dignidad decorativa? Probablemente se nos ocurrirán muchos sitios así, a poco que nos paremos a pensar: restaurantes tristes, oficinas lúgubres, salas de espera deprimentes, tiendas confusas, hoteles impersonales, bares cutres… por no hablar de la casa del vecino.
¡Cuánto trabajo por hacer en el terreno del diseño de interiores! Pero hay casos flagrantes en los que el contraste entre lo que predican y lo que presentan daña a la vista y muestra cuán fácil es abrazar el diseño de boquilla. Qué poco compromiso real y que escaso criterio estético anima a ciertas compañías.
El primer espacio que siempre me ha sobrecogido por la atrocidad incomprensible de su diseño es el restaurante de El Corte Inglés (algunos de sus restaurantes, para hablar con propiedad). Que un local de hostelería ubicado cerca de la planta de decoración de unos grandes y prestigiosos almacenes, presente un aspecto tan lamentable es, cuanto menos, chocante… ¿No hay ningún responsable de la planta de decoración que sea capaz de acercarse y abochornar a los responsables del restaurante? ¿No hay diseñadores de interior en plantilla en esa casa enorme, o escaparatistas con un mínimo de oficio para proyectar restaurantes, cafeterías o bufetes mínimamente presentables?

La experiencia gastronómico-decorativa de El Corte Inglés vale la pena como ejemplo de todo aquello que conviene evitar en esta tipología de locales: las barras están  proyectadas de formas que los brazos no alcanzan la superficie; los taburetes son inestables y anticuados; no hay ganchos donde colgar los bolsos; las sillas del restaurante son bajas para la altura de la mesa;  la iluminación es de hospital, pero poco hospitalaria; la acústica es mala; los pavimentos son vulgares; los servicios de mesa anticuados y ramplones… Para qué seguir.
Más locales de restauración que apenan por su diseño: los restaurantes de las ferias. Especialmente tristes cuando se visitan durante la celebración de una muestra de interiorismo, construcción o materiales de interior (Cevisama, Habitat, Expohogar, Intergift, Casa Pasarela…). Los restaurantes de feria son lugares pobremente iluminados con techos altos, mal distribuidos y mobiliario de una pobreza alarmante.
Un último ejemplo de precariedad estética en espacios que no tienen perdón: algunos restaurantes ubicados en el interior de museos. Aquí no podemos generalizar porque hay muy buenas excepciones. Pero la norma general en este tipo de espacios pasa por el minimalismo mal entendido: restaurantes de una austeridad rayana en la apatía, la anorexia creativa y la ausencia de imaginación. Si conocéis más ejemplos de este tipo estaremos encantados de compartirlos.

viernes, 10 de febrero de 2012

La casa entra en la tele

Nunca la televisión se había mostrado tan interesada en el mundo de la casa como ahora. Se multiplican los programas que se apoyan, de una forma u otra en la intromisión en domicilios ajenos, para dar a conocer personajes, situaciones, problemas o, incluso, espacios para vivir. El fenómeno, cómo no, viene rebotado del mundo anglosajón donde hace años que funcionan programas dedicados a la decoración del pim, pam, pum: tú te vas de casa con toda tu familia durante una semanita a un hotel birrioso y mientras tanto entramos allí y convertimos el hogar aberrante de cortinas casposas en una pretenciosa mansión con muchos colorines. Esta serie, en concreto, tenía mucho éxito.
En nuestra entrañable programación actual tenemos espacios con periodistas que visitan la casa de los famosos, programas que recorren alucinados las mansiones horteras más pretendidamente hiperlujosas del mundo, realities donde se  intercambian los maridos para poner a prueba nuevas formas de convivencia, asesores de educación infantil y de adolescentes conflictivos (que no suelen caer en la cuenta de que en esas viviendas no se puede estar equilibrado), chalets en la Sierra donde se enjaula al personal en nómina con el compromiso de animalizarse durante unos meses, programas que explican cómo es la vida de un grupo de jóvenes que comparten piso, otros que pretenden adaptar a un famosillo, e incluso un espacio dedicado a la educación canina.  Si a este panorama le añadimos las series de ficción sobre la vida en los años sesenta, la locura colectiva de una espídica comunidad de vecinos o los problemas de tres solteros maduritos, veremos que la cosa trasciende la mera anécdota y se convierte en una curiosa tendencia.

Obra procedente del Museo de Arte de Helsinki
presente en la Helsinki 2012, World Design Capital.

La cámara inunda los hogares ajenos en un ejercicio de voyeurismo siempre atractivo, siempre irresistible, con la excusa de retratar costumbres y usos sociales, hurgar en las complicadas vidas ajenas y, de paso y a veces inconscientemente, enseñar cómo son esos espacios donde los “otros” estampan sus vidas.
La casa, como escenario siempre a punto para registrar horas y horas de “acontecimientos” supuestamente interesantes, no deja de ser un plató barato, con actores que trabajan gratis, incluidos los perrunos, dispuestos a mostrar sus intimidades y a ponerles un punto de acidez, si la tele lo requiere, con tal de cumplir con los quince minutos de fama que Andy Warhol nos prometió a todos. O sea que, detrás de este supuesto fenómeno, en realidad, lo que hay es una televisión low cost que suple con imaginación lo que no puede hacer sin presupuestos decentes.
Pero, bienvenido sean los agujeros de la cerradura televisiva que nos permiten espiar la vivienda del vecino, si gracias a ellos nos hacemos una idea del estado de la cuestión en lo referente a interiorismo real. Y decimos real, en contraposición al ideal que retratamos las revistas, convenientemente espigado entre las mansiones más bellas o más graciosas, y sin despreciar el toque final que le da un buen estilismo.
Esta es la realidad de la vida y, digámoslo con toda crudeza, la realidad no puede ser más triste. O más esperanzadora para los estudios de decoración si este país se despierta un día consciente del enorme agujero estético en que se mueve. Mientras hace tal improbable cosa, nos regodearemos con esos documentos impagables que muestran cuán lejos estamos del ideal de belleza de un hogar moderno: sencillo, confortable y luminoso.
Las casas que vemos son feas, incómodas y mal resueltas. Las cocinas son imposibles, los baños irritantes y los salones ñoños. De los dormitorios, mejor no hablar. Hay algunas honrosas excepciones que confirman la regla, pero el resto da una pena muy profunda. Y aún estamos dispuestos a excusar las viviendas más humildes (esas donde los niños berrean en el suelo con profesionalidad), por una simple cuestión de recursos. Cuando no hay dinero, quién va a pedir sensibilidad formal…
Pero esas mansiones de gente ricachona decoradas con toneladas de mal gusto, esas naves supuestamente modernas donde las cámaras vigilan a la gente, esos escenarios de reality patéticos… a esos no los indultamos. Les imponemos un severo castigo en forma de bajada de audiencia. Si las empresas con campañas publicitarias han decidido abandonar un programa determinado por la mala olor de sus contenidos, también lo harán con otros espacios por la fealdad de sus escenarios. Así es la vida, señores. Se siente.

lunes, 6 de febrero de 2012

Las musas del diseño de interiores

La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando, decía Pablo Picasso cuando le preguntaban por el origen de su pintura. Según la mitología griega, las musas eran divinidades que presidían los diferentes tipos de poesía, las artes y la ciencia, con la encomiable misión de soplar al oído de los mortales que se dedicaban a estos menesteres momentos de inspiración,  pequeños arrebatos creativos que eran la fuente de su obra. Con el tiempo, los romanos llegaron a establecer el nombre y la función de hasta nueve musas bien caracterizadas que abarcaban todas las actividades creativas de la época. Los nombres de algunas aún nos resultan familiares: Talía, Clío, Urania…
Tenían su trabajo, desde luego, pero los artistas y científicos de aquellos tiempos eran una élite privilegiada y perezosa que les dejaban holgar durante días en el Olimpo, sin mucho que hacer. Nada comparado con el reto que tienen ante sí ahora mismo que el mundo abunda en personas que se dedican a trabajos relacionados con la creatividad y precisan de sus servicios las veinticuatro horas del día. Pensemos, por poner un ejemplo reciente, en el agotamiento mental que debía padecer la musa de Steve Jobs, desafortunada y merecidamente jubilada, detrás de un tipo que no paraba de pensar a todas horas en el futuro inmediato.
Diremos a los incrédulos que, no solamente existen las musas, sino que su trabajo se ha complicado enormemente para ajustarse al panorama laboral de nuestro mundo. Aunque las más prestigiosas siempre han sido las que se han dedicado a la inspiración artística −teatro, música, pintura, danza−, con la aprobación del plan de Bolonia y la necesaria especialización que ha provocado la difusión del diseño, han aparecido nuevas disciplinas museísticas (no olvidemos que el significado de Museo es “casa de las Musas”), que han llamado la atención de algunas divinidades inquietas y les ha abierto un camino repleto de oportunidades profesionales muy halagüeñas.
Es el caso de las que, por afinidades personales, se dedican a inspirar el mundo de Internet, las nuevas tecnologías, los audiovisuales, el ocio activo o la gastronomía nuclear. Y últimamente hemos podido detectar el esfuerzo ímprobo de musas especializadas en el diseño de interiores, una disciplina que practican con especial finura, elegancia y originalidad en nuestro país, sin duda estimuladas por los efectos salutíferos del magnífico clima y la dieta mediterránea.


Foto de Miles Aldridge del calendario Lavazza 2011

El otro día, sin ir más lejos, estuve en el estudio de un interiorista local renombrado, de esos que aman el minimalismo al máximo. Ya al entrar noté ciertos sutiles cambios ambientales en su espacio y, al preguntar la causa, mi amigo me confesó que desde hacia unas semanas recibía cada mañana la visita de una musa recién graduada y entusiasta que le estaba orientando hacia proyectos de interior más granados, con una luminosidad y colorido nunca vistos. “He descubierto que menos, es menos”, me dijo convencido sin más y me describió a su musa con la alegría de quien sabe que la diosa de la fortuna le mira embelesado. No logré arrancarle el nombre de la preclara divinidad pero me explicó que tiene los ojos verdes y un cabello oscuro que suele apartarse de la cara con una dignidad y sensualidad que, según mi amigo, es una coreografía completa de la belleza inconsciente. Un poema, añadió con la mirada perdida en el vacío.
Sus proyectos han cambiado notablemente y sus clientes se muestran entusiasmados con los resultados. Espacios que emocionan y funcionan a la vez. Tiendas, bares y hoteles que respiran la cotidianeidad de una casa. Casas que rebosan serenidad, silencio, paz. Espacios suspendidos en una pausa que invita al recogimiento. Una musa aplicada, sin duda, la que visita a mi amigo.
Saludamos desde aquí a las esclarecidas diosas que nos tienen que ayudar en los próximos años a salir del lodazal en que nos hemos metido por ignorantes. Las musas del diseño de interiores, si nos sirve de consuelo, ya están trabajando.

domingo, 5 de febrero de 2012

Abramos las ventanas

Hace quince años me enfrenté con la redacción de la editorial de la primera revista que dirigía editada para el quiosco (bueno, Casa Viva no era la primera pero la información minuciosa estropea un cuento). Un texto editorial en una revista de decoración se supone que es algo así como un sumario comentado por la "directora" donde se habla de nada y se presentan las páginas que vienen detrás sin mojarse apenas. Una excusa boba para poner la foto y la firma y vestir un poco la publicación.

A mí me pareció una pérdida de tiempo y de espacio, y una tremenda falta de respeto con la persona que se había gastado quinientas pesetas, que se merecía mi respeto y gratitud. Así que, tras un par de editoriales vacilantes, decidí que aquella página era un privilegio inmerecido, una  oportunidad increíble de hablar con varias decenas de miles de lectores y una responsabilidad abrumadora. Era imperativo rascarse la mollera y aportar algo que añadiera contenido real a la ensalada de fotos que le seguía. 

De entrada, necesitaba un título de sección un poco más imaginativo que el consabido "Editorial" y, aunque era un poco fatuo, pensé que "La Ventana" era un nombre que unía dos ideas claves: la de mirar fuera y la del elemento que es parte indispensable de la estructura de una casa.

Ya está. Ahora solo había que intentar decir algo sustancioso. Algo con sentido. Una reflexión propiciada por la perspectiva que te da estar en el centro de todo lo que sucede en este mundillo y acumular kilos de información. Este... ¿Qué acostumbra a suceder en el mundo del interiorismo doméstico? Ummm... la verdad, poca cosa. El diseño de interiores residencial (qué bien suena eso) o la arquitectura de interiores (más fonético aún) son ramales poco dinámicos de disciplinas enérgicas y reconocidas socialmente como la arquitectura, el diseño o el arte. Por más que los decoradores se hayan zafado de esa peyorativa palabra que evoca cosas como colgar cortinas o pintar paredes, no se ha avanzado mucho más. El interiorismo no tiene el glamour de la moda, ni la accesibilidad universal de la gastronomía, ni  el cachondeo de los viajes, ni la mítica de la literatura, el cine o la música... No hay personajes estrella, ni obras conocidas, marcas a lucir o cotilleos apreciables.

Entonces ¡de qué demonios se puede hablar durante quince años a razón de una docena de veces al año si en este puñetero sector nunca pasa nada! Toda disciplina tiene sus paisajes habituales que los críticos o teóricos recorren encantados, acompañados de historia y anécdotas varias... Esto, por el contrario, es un desierto, sin libros, sin columnas en prensa, sin especialistas, sin esqueleto conceptual alguno... ¿Hay alguien ahí? Lo más emocionante que sucede en el mundo del diseño de interiores es la Feria de Milán, el Salone, que reúne el mes de abril a los especialistas, diseñadores y fabricantes de todo el mundo para mostrar qué ha hecho la industria durante este tiempo. Por más que Karim Raschid nos alegra la vista con sus atuendos color rosa chicle y Philippe Starck haga alguna payasada, el resto es puro aburrimiento.

Ante este panorama, no había más remedio que ser un poco creativo para sacar agua de las piedras. Solución: echarle imaginación y pedir prestada la sal al vecino crítico para darle gusto al plato. De este modo, mi editorial se plagó de ocurrencias atolondradas, cuentos chinos, paridas de domingo, reflexiones post depresión, críticas de cine, juegos de palabras, mala literatura comprimida, reivindicaciones baratas, afirmaciones de identidad colectiva, dedicatorias, jaculatorias y oratorias... en pocas palabras, un cajón de sastre caprichoso, a veces inspirado y a veces expirado que, por lo menos, no caía en la tentación de avanzar los contenidos de la revista. Eso sí, con un firme propósito que no he abandonado en estos años: la casa, o sus circunstancias, siempre debe estar presente en el texto.

Cuál no sería mi sorpresa cuando, al cabo de un par de docenas de "ventanas", una señora me saludó con los ojos muy abiertos y me dijo "yo siempre leo sus editoriales, y las encuentro muy divertidas". Muy divertidas... Y luego, un día, Andreu Buenafuente escribió en su columna de El Periódico que mis editoriales "son ingeniosas". Ingeniosas... Y mi amigo Humbert me dijo que guardaba la revista en la mesita de noche porque le gustaba leer mis editoriales antes de ir dormir... Y así, lentamente, con la ayuda de gente amable y paciente, al tiempo que mi ego ganaba unos kilitos (nada del otro mundo), me vi en la obligación de continuar siendo Divertido e Ingenioso y rascarme la mollera cada mes.

¿Valió la pena? Sí. Aunque sólo fuera por homenajear a ese lector que se rasca el bolsillo cada día 20, y mostrarle todo mi respeto dedicándole un escrito que me ha costado (mis colaboradores que se tiran de los pelos cada mes porque llego siempre tarde, lo pueden confirmar) un huevo de esfuerzo, donde me he dejado algún jirón de mi piel y más de una tarde de domingo.

Ahora que Internet pretende comerse al papel y que los medios de comunicación tradicionales están buscando sus nuevas señas de identidad es el momento de recordar que nada (de momento) nos sustituye a nosotros como actores.  La reflexión, la experiencia compartida, la sabiduría de los profesionales y la de los profanos están por encima del canal por donde circula. En todo caso, bienvenida sea la red si nos permite comunicarnos mejor. Quiero recuperar algunas de aquellas "ventanas", pensar en viejas cosas nuevas, compartir pensamientos y paridas, seguir vistiendo de palabras una actividad que, con el tiempo, he llegado a amar profundamente, así como a sus protagonistas.  Reivindicar que en este país se hace uno de los mejores diseños de interior del mundo... 

En el fondo soy un sentimental. Dice el maestro Allen al final de su mítica Annie Hall que con los sentimientos pasa como con aquel hombre que fue al psiquiatra a pedir consejo para su hermano. "Doctor, mi hermano se cree una gallina, ya no sabemos qué hacer con él". "Lo que tienen que hacer es internarlo inmediatamente" le aconseja el psiquiatra. Y el otro le contesta: "Ya... pero es que necesitamos los huevos".