Me hacen mucha gracia los muebles eróticos o sensuales que
aparecen en las web de algunas empresas del ramo, porque en vez de predisponer
mi líbido a la coyunta ergonómica y gozosa, me dan una sensación de lumbares
machacadas de aquí te espero. Esas butacas extrañas de formas sinuosas,
supuestamente pensadas para el coito, más bien parecen diseñadas por un
inquisidor para arrancar la confesión a un hereje a base de hierro candente y
potro para descoyuntar miembros. Claro que ahora que se ha puesto de moda el
sado light tal vez un estirón de las vértebras o una bajada rápida de sangre a
la cabeza sea un buen estímulo.
A medida que el sexo pierde su misterio (qué gran pérdida)
incluso entre los adolescentes, aparecen productos para consumarlo con eficacia
e higiene muy de agradecer. Los condones y lubricantes se encuentran en el
súper al lado de los chicles (cuando yo era joven no te los vendían ni en las
farmacias porque era pecado, de hecho creo que, oficialmente, aún lo es), los nuevos
y luminosos sex shops se abren a todos los públicos dejando los penes de látex
para los estantes del fondo para no herir susceptibilidades masculinas y los
hoteles dedican alguna suite a estos menesteres como atractivo comercial de sus
ofertas. Me parece genial.
Esto tiene que hacer pupita en el diodeno
Dos consejos: evita los fluorescentes en el dormitorio si no
quieres parecer un extra de Walking Dead y explora las posibilidades de tu casa
sin despreciar ningún espacio (y eso incluye el ascensor). Ah! Y una película a
revisar sin excusas: “El cartero siempre llama dos veces”. Observa lo que da de
sí la mesa de la cocina y toma nota.
Jessica Lange y Jack no necesitaban butacas ergonómicas para subir la temperatura de la cocina.
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