Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito

Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito
Casa Sardinera de Ramón Esteve. Foto: Mariella Apolonio

jueves, 14 de marzo de 2013

El futuro ya no es lo que era...

Si los economistas se dedicaran a predecir el tiempo, cada invierno nos pillaría en bañador. La tremenda paliza que la economía nos está propinando no la habían previsto ni los cerebros grises de las mejores cátedras de la especialidad. Nadie lo vio venir y, lo que es peor, nadie lo ve marchar. Sólo una idea parece reunir el consenso unánime de unos y otros, expertos y consumidores, europeos y norteamericanos, liberales e intervencionistas: “Nada volverá a ser como antes”.

 
Las imágenes de esta página corresponden al proyecto de Pau Benach, Azarq Arquitectura, fotografiado por Jordi Miralles y publicado en la edición de marzo de la revista Casa Viva
 
Aunque estemos más o menos escarmentados de la pavorosa penitencia que nos impone la alegría irresponsable de los últimos años, parece obvio que las cosas tendrán otro aspecto de aquí a poco. Ya lo tienen, de hecho. Y el universo de la decoración no se salva del cambio. Hemos consultado nuestra particular bola de cristal (de Swarovski, por supuesto) para saber qué nos depara el futuro, y esto es lo que nos ha dicho:


 
 
El reciclaje, sin ir más lejos, pasará de ser una moda divertida para nostálgicos del hippismo y el flower power, a una necesidad incuestionable. Ya no reciclamos por sentido de la responsabilidad sino por pura necesidad de supervivencia. Y detrás de esta nueva exigencia asoma la nariz una forma diferente de tratar los materiales, la recuperación de algunos que parecían cosa del pasado y la defunción del simpático “usar y tirar”. A la salud del planeta le acompaña otra inquietud más próxima, la salud de los espacios habitables y de sus ocupantes. Sin necesidad de tonterías orientalistas, los espacios se deben construir pensando en que sean sostenibles y saludables.

 
El componente estético del diseño ahora se ubica inmediatamente detrás del funcional, de forma que la belleza de los muebles, y sus primos hermanos los complementos y las lámparas, vendrá dada por rasgos como la eficacia, el buen uso, la resistencia, la facilidad de mantenimiento y, probablemente, nos vamos a fijar menos en la belleza de las piernas o la caída de ojos de una silla… De hecho, los arquitectos racionalistas ya proclamaban que lo útil es bello, pero últimamente nos habíamos liado un poco con las formas orgánicas, los diseños peludos, los brillos y otras chorradas que nos recordaban lo rico que es el Primer Mundo. Fuera, todo eso (a menos que seamos rusos o árabes adinerados), y bienvenidas sean las superficies mates, las texturas desgastadas, los espacios limpios, las salas a media luz, las piezas que nunca pasan de moda, los clásicos del diseño.

 
La comodidad es otra exigencia irrenunciable, de forma que los diseñadores van a tener que ponerla en el ranking de sus prioridades si quieren tener más trabajo (o simplemente, si quieren tener trabajo), pero siempre bien entendida. Dado que la casa es el nuevo refugio tanto de la individualidad como de la familia, el confort pasa por reconstruir un espacio a la medida de cada uno, absolutamente personalizado, ceñido a sus medidas, customizado para reflejar su personalidad. Probablemente, el eclecticismo será lo que mejor defina esta época de transición hacia no sabemos qué. La mezcla de influencias, de épocas y estilos será lo que se va a imponer en las nuevas formas decorativas y la única limitación por arriba será la imaginación, y por abajo, el buen gusto.

 
Finalmente, la gran metamorfosis vendrá dada por los precios. Muchas cosas deben cambiar en la estructura comercial de la decoración para que los presupuestos y las posibilidades reales de nuestros bolsillos se acerquen, pero no hay más remedio que explorar ese camino. Las empresas lo saben y ya están trabajando en todo el proceso, desde la producción hasta la venta y el montaje para ofrecer mejores relaciones calidad precio. No hay otra salida. Veremos si se cumplen estas predicciones de nuestra particular bola de cristal. Si no es así, rectificaremos. Total, los economistas no aciertan una y siguen ahí, tan campantes.

 

 

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