El diseño industrial, tal como lo
conocemos ahora, se inventó en los años 30, cuando gente como Raymond Loewy
dibujó los primero frigoríficos que incorporaban una bella estética a la
función obvia de enfriar. “Lo feo no vende”, dijo el diseñador americano,
pensando, sin duda, en las mujeres que son las que toman las decisiones de
compra en la casa. La idea caló tan profundamente en la mentalidad de la
industria que las primeras tostadoras eléctricas, ahora mismo, se consideran
obras de arte. Y así, la historia de los electrodomésticos ha continuado por la
senda del equilibrio entre forma y función –la fórmula mágica del buen diseño−
gracias a que los diseñadores se daban un palmetazo en la mano cuando el
proyecto empezaba a mostrar demasiado las tripas tecnológicas. Los electros se
han beneficiado de esta filosofía y no han tenido que sufrir la vergüenza de
otros aparatos, como los ordenadores personales, por ejemplo, que no empezaron
a mostrar un aspecto saludable hasta que Steve Jobs puso las manzanas sobre la
mesa.
En la cocina nos hallamos ante la
avanzadilla de la casa del futuro. Un espacio perfectamente tecnificado que, además,
ha aprendido a relacionarse con sus usuarios, a hablar su mismo lenguaje y ser
útil sin molestar cuando no se le requiere. Una cocina moderna es el prototipo
de una vivienda del siglo XXII. Lo digo convencido y también porque va a
resultar muy difícil rebatir esta afirmación. Si recordamos el aspecto del
interior de las naves de cualquier episodio de Star Treck (otra debilidad
masculina inexplicable que enlaza misteriosamente con la pasión por los
aparatitos) veremos que el puente de mando donde el capitán Kirk se comunica
con los Vulcanos reproduce exactamente el aspecto de una gran cocina y, si no
fuera porque nadie lleva un gorro blanco, aquella nave en zafarrancho de combate
podría ser perfectamente el interior de un gran restaurante en plena efervescencia
viernes por la noche. También la ciencia ficción, con el tiempo, ha aprendido
de los diseñadores y ha decidido dar a las naves espaciales un aspecto más
sencillo y práctico. De hecho, en la franquicia Voyager de la serie, el capitán
era una señora lo que demuestra la clarividencia de la industria del
entretenimiento.
Las modernas cocinas con sus
electrodomésticos de acero, o integrados en el mobiliario con los mismos paneles
de madera de roble, son las naves interestelares con las que nos dirigimos
hacia un mundo (esperamos) mejor. Por esa razón, cuando consigo quedarme solo
en mi cocina, pongo una lavadora, descongelo un pollo en el microondas,
enciendo el horno y pongo a hervir unas patatas, examino el contenido de la
bodega, escojo un buen Ribera del Duero y me dispongo a descorcharlo, me entran
unas ganas irrefrenables de decir: “¡Adelante, Número Uno! Segunda estrella a
la derecha.” Cosas de tíos.
Eso de "machote high tech" ha sido "otra" de tus "genialidades"....una "ola" por tí, Marcel!!!!
ResponderEliminar(....y aquí entre nosotros....--¬ no utilices el microondas para descongelar el pollo....mejor dicho "para nada"....son MALISIMAS esas ondas para la salud....---¬
....don "genialidad en continua efervescencia"!
Un saludo
immA