Todo director/a de revista de
decoración sabe que en una cena informal alguien acabará formulando la pregunta
fatídica que le hará sentirse especial y
a la vez un poco culpable por pertenecer, aunque sea por simple roce, a
un mundo imposible. Pondrá cara de inocente, dejará el tenedor apoyado en el
plato, se limpiará los labios con la servilleta, levantará una ceja para
hacerse el interesante y dirá: “Pues sí, todas
las casas que publicamos son de verdad. Sí, en efecto. Vive gente en
ellas.”
“Ooooh”, dirán todos. “¡Hay otros
mundos!” exclamará el agente de seguros levantando la copa de vino, y todos le
reirán el comentario oportuno y excluyente, cabeceando afirmativamente. Todos menos
la mujer del agente de seguros, morena, ojos verdes, cinco idiomas, que le
mirará intrigada y le hará la segunda pregunta fatídica, la que no tiene
respuesta. “¿Y por qué no publicáis una casa tal como es, sin maquillarla?
Sería un puntazo, ¿no?”
Imágenes de Jordi Miralles, cortesía de la revista Casa Viva
El interpelado, repentinamente convertido en Jack el Decorador, visiblemente azorado, se acuerda de aquella vez que disparó cuatro fotos caseras al salón de su casa para la inmobiliaria que debía venderla y aquel apareció como un patético piso patera atestado de trastos. Nunca se vendió, pero él siempre ha sospechado que no fue culpa de la crisis sino de aquellas descuidadas imágenes. Cuando vuelve en sí mira a la morena intrigante y le contesta para salir del paso algo así como: “Pues no es mala idea. Habrá que probar.”
Sabe positivamente que una casa
no se puede atracar con la cámara después
de la comida familiar del domingo, porque aunque ése sea un momento
real, no refleja la esencia de la vivienda. Pero también entiende que el
reportaje estilizado y preparado laboriosamente por un equipo de profesionales
no acaba de sacar a la luz el alma de ese espacio. Se acerca, se acerca mucho
de hecho cuando se trabaja con luz natural, se deja al sol hacer diabluras,
aparece gente… pero siempre falta algo.
El Detective de revistas de decoración cree que ésa es una cuestión irresoluble y dedica largas horas a cavilar sobre el tema, pues su pensamiento está tan absorbido por el trabajo que hasta le gusta entretenerse con enigmas bobos como ése. Recuerda que un par de días atrás al atravesar la puerta de su casa se cruza de improviso con el hijo de un vecino y ambos se dan un buen susto. Qué tontería, piensa, asustarse al doblar una esquina.
Y en ese preciso momento, el Agente de revistas de decoración, que tiene el conocimiento un poco mermado
de tanto pensar en términos de diseño y arquitectura, ve una lucecita y descubre
qué es lo que siempre falta en sus reportajes, lo que nunca reflejan las
cámaras en primer plano, las grandes olvidadas del documento gráfico de una
casa: las esquinas.
En las esquinas está el secreto de un espacio, el punto de encuentro de los planos que soñó un día el arquitecto y que dibuja las líneas de luz. Ahí está la geometría real de la vida que se mueve allí. Se encuentra la gente, se cruzan hermanos, padres e hijos, abuelos, amigos, amantes y visitas inesperadas. Las esquinas nunca aparecen en los reportajes de las casas porque son espacios demediados, rotos por los planos que se encuentran, son áreas intermedias, en tensión. Carecen de armonía, de paz y lo peor de todo, del más leve rastro de simetría. Las esquinas obligan a escoger, separan, rompen y crean. Son los artículos indeterminados del lenguaje decorativo. Son pura pasión, en contraposición a esos maravillosos y estáticos planos generales que retratan la cara de las casas. El alma está escondida en las esquinas.
Como en las ciudades, las esquinas son el lugar donde queda la gente cuando se cita, el cruce de caminos donde las esperas son pequeños monumentos de vapor de lluvia. Como en la vida, las esquinas son esos momentos en que aparece lo inesperado, se evoca la magia de las grandes decisiones y se toma un camino u otro. ¿Cuántas hemos doblado desde niños?
Se dirige a la morena con ánimo de impresionarla con su ocurrencia pero ella está en otro lado. Ha doblado la esquina.
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