Curioseando en las redes sociales me ha llamado la atención una
divertida y barata forma de viajar compuesta por comunidades de personas dispuestas a
intercambiar alojamiento. El asunto tiene el divertido nombre de "Couch Surfing" –literalmente, navegar por los sofás- y consiste en ceder parte de tu casa al
visitante, a cambio de que tú puedas hacer lo mismo en otra ocasión sobre la
base de un intercambio de información y consentimiento. Couch Surfing es una comunidad de viajeros que se alojan
los unos a los otros sin otra motivación que la hospitalidad. Cualquiera puede
formar parte de la red y empezar a viajar prescindiendo del albergue de juventud,
el hotel o el guía turístico. La cuestión es conseguir alojamiento
gratuito, que no están los tiempos para pijadas. Quien quiera saber más sólo
tiene que consultar la palabreja en Internet.
Personalmente la idea me hace
gracia, sobre todo para que la practiquen los demás. No sé si yo estaría
dispuesto a intercambiar mi magnífico Protos por un sofacito de tres al cuarto,
pero al menos la ocurrencia se merece una oportunidad.
Entro en las webs dedicadas a
este surfeo doméstico con espíritu de explorador y descubro con estupor que la
única información que se ofrece de las paradas disponibles en todo el planeta consiste
en un perfil de los propietarios de la casa y unas vagas disquisiciones sobre
la geografía y el clima del entorno.
Por lo visto eso son los únicos
datos que interesan a los surferos de casas. ¿Y el sofá? No aparece por ningún
sitio. No lo entiendo: si se trata de intercambiar un espacio doméstico por
otro, cómo es que no se explica con detalle cómo es ese ambiente donde voy a
instalarme unos días como un miembro más de la familia. ¿Cómo es el sofá? De
cuero con capitoné, tapizado con un chintz con floripondios, cubierto con una
mantilla de ganchillo tejida por la abuela… ¿Y qué pasa con el resto de la
casa? ¿Utilizan el lavavajillas o viven
en la prehistoria del periodo Mistolítico? ¿Tienen animales domésticos que sueltan pelo para provocar
alergias? ¿Los inodoros son de aquellos antiguos con terraza donde el agüilla
no se va nunca del todo?
Ni hablar. Yo soy incapaz de
navegar por un sofá que no conozco. Me ha costado muchos años construirme un
espacio a mi medida como para que vengan unos desconocidos a amoldar el culo en
las butacas y aflojar los tornillos de mi Tolomeo.
Lámparas de lectura Tolomeo color azul de Artemide: el Rolls Royce de las lámparas de lectura
En cambio, pienso, como seguramente
harán los seguidores de este blog, que sería un gustazo disfrutar durante un
par de semanas de algunas de las casas que aparecen publicadas aquí. Comprobar
si ciertas piezas de diseño emblemático son tan cómodas como parecen, si las
piscinas interiores animan a bañarse a medianoche, si la arquitectura de la luz
funciona a todas horas, si la
Twiggy le hace sombra a mi querida Arco.
Si crees que Philippe Starck es el protagonista de "Los Intocables" debes revisar tus conocimientos sobre el mundo del diseño.
Noto que me crezco con la idea
hasta el punto de querer fundar una nueva comunidad que se podría llamar
“Design Couch surfing”, donde la personalidad de los propietarios de las casas
sea un elementos secundario delante de lo que verdaderamente importa: el
espacio a habitar. Sólo con el placer de intercambiar cromos con otros surferos
del diseño ya me relamo de gusto. Propietarios de casas maravillosas de todo el
mundo, unidos por una pasión común. Luego, por supuesto, está el tema de la
personalidad de los anfitriones o de los invitados que, a fin de cuentas no es
asunto baladí. Pero, qué quieres que te diga… si una persona se enamora de la
grifería de mi cuarto de baño, ya me empieza a gustar. No puede estar muy lejos
de mi sensibilidad, aunque provenga de la soleada y hortera California
Cómo voy a compartir mi terrazita
con alguien que crea que Philip Starck era el protagonista de la serie Los
Intocables. ¿Vamos a sufrir la crisis? Sí. Pero con estilo.
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