Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito

Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito
Casa Sardinera de Ramón Esteve. Foto: Mariella Apolonio

sábado, 21 de diciembre de 2013

La arruga (interior) es bella

Mi abuelo poseía una fábrica de muebles de madera curvada en Valencia, una innovación traída de Austria que asombraba en la época. La pieza más vendida era la mecedora de asiento de fibra trenzada y mi padre se arrepintió toda la vida de no haber conservado una de aquellas entrañables (y ahora valiosas) mecedoras de inspiración Thonet. Le faltó perspectiva para comprender el valor añadido que el tiempo generaba en el mueble.


Archivo municipal de Huesca, proyecto de ACXT.

Por fortuna hemos aprendido a proyectar este tipo de cambios de nuestra sensibilidad que podemos prever aún careciendo de perspectiva suficiente. La arquitectura fue la primera en entender que las formas estéticamente caducas del pasado eran una herencia cultural inestimable y que no se podía arremeter contra ellas por cuestiones puramente prácticas. Suele ser mucho más económico construir que reconstruir, por lo que ha sido necesario promulgar leyes para la protección del patrimonio a fin de evitar el fin de muchos edificios de gran valor.


Convento de San Francisco en Santpedor, obra de David Closes

España es uno de los países occidentales que ha aprendido a gestionar su patrimonio como demuestran los proyectos de rehabilitación más recientes de espacios públicos, con excelentes resultados. La misma observación sirve para los interiores, algunos de los cuales ya forman parte de nuestra memoria colectiva y ahí siguen. Otros, en cambio, han desaparecido empujados por la lógica empresarial que precisa renovar espacios para renovar clientes. 


El sabor de un espacio reutilizado es inconfundible. Convento de Santpedor.

Los interiores son mucho más frágiles que los edificios y, precisamente por esa razón sería bueno concienciarnos de la necesidad de su conservación en casos de interés cultural. Lo efímero tiene sentido en esta disciplina, se trate de tiendas, bares, hoteles, exposiciones, escenografías o escaparates. Pero es difícil superar la emoción que nos produce entrar en la casa bien conservada de un Rembrandt o un Víctor Hugo. O recordar el sabor de aquellas salas de baile ya desaparecidas. Para preservar ese inmenso legado que explica nuestro presente y da sentido a la sensibilidad de cada época, de entrada, es necesario documentarlo fotográficamente. Después, estudiar si existen posibilidades reales de evitar su desaparición, si es necesario adaptándolos a nuevos usos se ha hecho con éxito en algunos espacios emblemáticos.

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