En el verano de 2002 aparecía el
primer número de la revista PROYECTO CONTRACT con el restaurante Oven en
portada (actual sede de BD Barcelona Design) y mucha ilusión desparramada por
las páginas interiores. El primer objetivo de la nueva publicación era hacerse
eco de todos aquellos proyectos que, por filosofía de contenido, no tenían
cabida en la publicación nodriza, Casa Viva. También se pretendía crear una
plataforma capaz de documentar y testimoniar los trabajos de diseño interior más
interesantes realizados en el país y más allá. Por último, abrir la publicación
a un colectivo profesional escasamente articulado (excepto por los Colegios de
Decoradores) y no siempre bien reconocido, al que queríamos incorporar en cada
edición hasta conseguir que hicieran suya la revista.
El número 2 de la revista fue diseñado por Guillermo Nagore y ha mantenido su esquema hasta hoy
Para ello inventamos un formato de
diseño gráfico dinámico y versátil (con la ayuda de Guillermo Nagore antes de
que lo llamaran del New Yorker), capaz de dar cabida a proyectos de todo tipo,
escala e interés. Reportajes extensos, medianos, cortos, de dos páginas, de una
sola e incluso de un tercio de página, para que nadie se quedara fuera. La idea
no era tanto juzgar la calidad de los proyectos como dejar constancia de su
realización de cara al futuro y retratar el día a día del interiorismo a través
de sus obras.
Dentro de unos criterios de
calidad y seriedad, hemos intentado abrirnos a todo tipo de tendencias,
estéticas y corrientes de trabajo. Reconozco que resulta imposible ser
imparcial y objetivo desde el momento en que, obligatoriamente, se deben seleccionar qué proyectos entran y cuáles no
por una simple cuestión técnica de espacio. El papel es finito, en los dos
sentidos de la palabra. Pero abrir los criterios al máximo de sus posibilidades
era una forma bastante parecida a la imparcialidad.
Algunas de las señas de identidad
de PROYECTO CONTRACT se derivan de esta vocación de ágora que le dimos desde el
primer día. Así, la entrevista central que precede a los reportajes quiere ser
una visión en profundidad del recorrido de un estudio relevante. La fotografía a
doble página de estas entrevistas delata las intenciones: el personaje por
delante de la obra, el retrato del entrevistado sirve para entender sus
trabajos, tanto como las fotos de los mismos. Demasiado a menudo las revistas
de arquitectura e interiorismo se olvidan de las personas que hay detrás de los
proyectos, como si la cara del diseñador restara seriedad a los espacios. Al
contrario, las caras son el espejo del alma de los proyectos.
La sección Sala de Visitas de PROYECTO CONTRACT mantiene vivo el pulso con los profesionales del diseño interior y su obra. Algunos discursos son tópicos pero otros tienen mucha miga... Hay que leerlos.
Un segundo plan de trabajo, menos
evidente, que se puede rastrear en la hemeroteca de esta publicación durante
los tres primeros años, era la desacralización de la información del colectivo
de interioristas. Las revistas de arquitectura y diseño de espacios están, a
veces, más cerca del frío Informe de resultados de una empresa que del espíritu
lúdico y apasionante que debe definir a una revista. Por esa razón durante los
primeros tiempos, con un optimismo y una inocencia propios de universitarios,
arrastramos y publicamos una producción fotográfica a modo de bazar, como si de
una revista de moda se tratara, modelos guapetones incluidos. Reconozco que
esta chispeante idea era una fijación personal mía que, finalmente, hubimos de
abandonar porque resultaba carísima. Pero, mientras tanto, retratamos despachos
con modelos insinuantes, probadores de ropa ocupados y mercados con carniceras
vestidas de blanco, y, sobre todo, nos lo pasamos muy bien.
Las producciones de la sección Smoke (homenaje a la novela de Auster) durante los primeros años mostraron una publicación de vocación internacional y factura exquisita. La realidad editorial del low cost acabó por imponerse. Criaturas...
Nuestra pretensión era quitarle
hierro al tema, mostrar el lado más humano de las oficinas, las instalaciones
comerciales o de hostelería y adelantar (antes de que se pusiera de moda) el
concepto que entonces sólo intuíamos de “diseño emocional”. En el ADN de esta revista está luchar por el
reconocimiento social de esta profesión y eso pasa por dejarse impregnar de
cierto populismo, asumir el sentido del humor como un componente más de la
memoria técnica y entender que lo efímero no es sinónimo de banal.
Frente al academicismo arrogante
y elitista del gran proyecto que, en aquellos años ya lejanos, estaba en pleno
apogeo de arquitectos estrella y edificios emblemáticos (esos que ahora están
vacíos), nosotros preferíamos bajar al detalle y ocuparnos del prosaico bareto,
de las oficinas humanas, las tiendas alocadas y el hotel boutique. La realidad
del interiorismo cotidiano, en pocas palabras. El de la relación cercana con el
cliente, el del presupuesto ajustado que no se puede ampliar, los proyectos con
más carisma que medios, las soluciones inteligentes, el ahorro de energía, el
espacio responsable para con las personas. Parece que el tiempo que nos ha dado
la razón.
Muchas cosas han pasado durante
estos últimos once años. Gran parte de los proyectos que aparecieron en las
páginas de esta revista como primicia han desaparecido. Otros han evolucionado
o, de forma misteriosa, mantienen el tipo. Lo que importa es que durante una
década hemos ejercido de notarios gráficos de lo que se hacía y deshacía,
creando en nuestras páginas un documento que permanece y que da fe de lo
apasionante, compleja, divertida, intrigante, sorprendente y abracadabrante que
es esta profesión. La colección de estos cien números coincide, en gran manera,
con la historia del interiorismo de estos años.
Portadas de la revista rechazadas por el editor: historia secreta de la revista que algún día saldrá a la luz.
PROYECTO CONTRACT posee vida
propia, como lo demuestra el volumen de propuestas para publicar que llega a
redacción todos los meses y que procuramos responder con rapidez, de una forma
u otra. Un número enorme de interioristas españoles ha visto publicada alguna
obra allí y sabe que estas páginas, de algún modo, les pertenecen. Esa era la
idea.
Los interioristas siguen trabajando
en una dinámica que no es la que debería ser (nada es lo que debería ser, ahora
mismo) pero que mantiene unas constantes vitales de salud envidiables. En esta
redacción hemos adelgazado con la misma dieta de verduritas y agua del grifo
que están tomando la mayoría de estudios de diseño nacionales y volveremos a
engordar y lucir mejillas coloradas en cuanto la cosa suba un poco el voltaje.
Ya lo estamos notando, de hecho, de la mano de los espacios ligados a la
potente industria del turismo española. El número 100 de una publicación, hoy en día, es un pequeño milagro y una buena excusa para hacer un alto, recuperar
el aliento y mirar atrás con humildad. Cien ediciones y está todo por hacer.
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