Living Tomorrow, una experiencia que muestra cómo podemos vivir dentro de unos años
Las nuevas tecnologías nos harán
la vida más fácil, una vez nos hayamos ido adaptando a las novedades. De hecho,
lo estamos haciendo a un ritmo endiablado. Pero me pregunto cómo influirá todo
ello en el aspecto de nuestras casas, en la configuración del entorno
cotidiano, sea doméstico, laboral o de ocio.
La primera tentación de este
ejercicio de vida ficción es imaginar un hogar hipertrofiado de tecnología,
convertido en un robot gigante capaz de tomar ciertas decisiones y hacerse
cargo de la gestión de intendencia, seguridad, confort e incluso de nuestra
agenda. El clásico androide con lucecitas en la cabeza y voz metálica se pone
al día y adopta la forma de una vivienda con todas las consecuencias. Posee
cien ojos, brazos que accionan los sistemas de clima, higiene, sueño, cocina y
seguridad. Puede mantener el césped segado y responder a estímulos específicos
cuando hay niños o invitados. Le pondremos nombre (masculino o femenino, según
preferencias) y le daremos instrucciones por la mañana después de que nos
despierte con su saludo. La casa será un navegador que nos orienta por las
carreteras del día a día.
Dornbracht muestra con su ducha horizontal cómo puede ser la casa del futuro
No hace falta echar mucha
imaginación a esta película. La hemos visto cien veces en la pantalla y ahora
sabemos que el cine siempre se anticipa a la realidad. Pero ¿esto es todo? ¿Nos
vamos a conformar con vivir en una central de servicios decorada con cortinas a
cuadros?
Si nos fijamos en los cambios más
profundos de la casa veremos que, cuando van en serio, obedecen a
transformaciones sociales profundas: la cocina subió junto al salón y se hizo
luminosa cuando la mujer entró en la vida laboral. Por tanto, el alma del
asunto no es la tecnología; es la propia movilidad que ha provocado en nuestra
vida diaria.
¿Será así de agradable la casa del futuro? Imagen cortesía de Casa Viva, foto de Jordi Miralles
La ligereza, el cambio, el
transporte veloz, la posibilidad de vivir a caballo entre dos ciudades
alejadas, el nomadismo urbano… parecen los factores más decisivos a la hora de
pensar en transformaciones del hábitat. El hogar de toda la vida, con
perspectivas que se medían por décadas, ha pasado a convertirse en un lugar de
paso donde tres años (una vez más) son una larguísima etapa. La mudanza se
convierte en un fenómeno habitual y por ello necesitamos muebles que sean más
muebles que nunca. Ligeros, transportables, polivalentes, capaces, resistentes,
con espíritu joven y alma de viajero.
El nuevo nómada urbano necesita
de una tienda de campaña que se despliegue en pocos minutos y le ofrezca todas
las comodidades, que sea casi autosuficiente, que sea responsable, gaste poco y
viaje con él cuando sea necesario. Una casa adaptable, ligera, móvil, sutil…
así veo la casa del futuro.
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