Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito

Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito
Casa Sardinera de Ramón Esteve. Foto: Mariella Apolonio

lunes, 16 de junio de 2014

Casas customizadas con grietas de autor

El arquitecto piensa en las casas como contenedores donde transcurre la vida de las personas. Proyecta cajas blancas, abiertas, ventiladas, íntimas. Luego, con la ayuda de los industriales, las construye preñadas de cables, tuberías y conducciones que hacen la vida más fácil y agradable. No puede ir más allá. Como mucho, y si se lo piden, aporta espacios técnicos como la cocina o el baño. Tal vez él mismo o los interioristas acaben de conformar el contenedor en su totalidad. A la luz natural le oponen la nocturna, al blanco, los colores, al frío de los suelos, los tejidos y las maderas… Finalmente lo tiene que dejar porque lo que hace, como el arte moderno, son obras abiertas, no acabadas hasta que las personas les insuflen vida.
Ahí están. Dispuestas a ser adquiridas, ocupadas, habitadas por nosotros. Hasta que llega ese momento mágico, las casas son hojas en blanco donde todo está por escribir. Hermosas libretas de papel impecable, sin trazos, que esperan una historia.


Proyecto de David Kohn Architects La inteligencia de este trabajo y la sensibilidad para adecuarlo a la estética del barrio le han valido el reconocimiento al mejor diseño del pasado año del Festival Inside, del Reino Unido. Fotografías publicadas en Casa Viva 202, cortesía de la revista.


Giramos la llave y entramos en la casa. Desde el momento en que ponemos un pie en ella ya no hay vuelta atrás. Empezamos a escribir con renglones rectos y letra diminuta que poco a poco va acumulando frases con sentido, diálogos ingeniosos y capítulos completos de la vida. Inevitablemente los asépticos contenedores que antes sólo articulaban volúmenes y luz se empiezan a llenar de palabras en forma de objetos que entran y salen, cacharros, alimentos, ropa, niños, gadgets, libros nuevos y diarios viejos.
Todo lo que compone el  infinito léxico del hogar se acumula lentamente y transforma su aspecto en un “tempo” que no es el nuestro, porque seguramente la casa nos sobrevivirá pero, por cortesía, se amolda mucho al ritmo de una generación.




Como las libretas de viajes que se llenan de fotos, recuerdos y entradas de museos, la casa se va cargando lentamente hasta que adquiere un poso inapreciable pero que, en el fondo, nos hace sentir bien. En la habitación del hotel, impávida ante las emociones de quienes pasamos allí una noche, añoramos las sensaciones de nuestra casa. Cuando volvemos después de unos días fuera sentimos una gratificación física inexplicable. Decimos: al fin en casa o como en casa en ningún sitio, y nos arrellanamos en el sofá como si fuera el regazo de nuestra madre a la hora de merendar.
Ese misterio de la casa como espacio protector es algo tan valioso que, a veces, ni siquiera le damos la importancia que se merece, pero todos coincidimos en disfrutar esa sensación y no hay injusticia más grande que no poder hacerlo.



No existe una casa ideal sino aquella que cada uno conoce como propia y donde se siente como persona. Por eso me gusta que el tiempo deje marcas en las viviendas, como lo hace en las personas. Las arrugas en la cara son las huellas de nuestra historia. Las grietas y los despintados, los agujeritos sin tapar y las leves manchas de humedad son las arrugas de la casa, las que no puede prever el arquitecto, las que nos recuerdan que ésta nos espera por mucho que tardemos en volver. Tal vez algún día las viviendas vengan con grietas de autor, como los tejanos se venden con remiendos “customizados”. Grietas y fisuras preciosas realizadas con la mano maestra de arquitectos que se adelantan al tiempo y nos proponen espacios "ya vividos".
Mientras esperamos nuestras huellas nos parecen entrañables porque hacen el espacio más humano y aunque nos pasamos muchas horas luchando contra el desgaste propio y el de nuestra casa, a base de cosmética y bricolage, un poco de edad no le hace daño. Al contrario, saber envejecer añadiendo capas de interés puede ser una virtud a valorar en el momento de juzgar un espacio.



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