Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito

Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito
Casa Sardinera de Ramón Esteve. Foto: Mariella Apolonio

martes, 9 de octubre de 2012

El Horror Vacui ataca de nuevo

¿Qué ocurre en el interior de una casa cuando apagamos las luces, damos dos vueltas a la llave y nos vamos? En alguna ocasión, he sentido la tentación de abrir la puerta de golpe para pillar a los muebles cambiados de sitio, fumando un pitillo de cháchara con las lámparas, junto al horno, pero he desistido por miedo a empeorar la sospechosa reputación que mantengo entre los vecinos. El enigma de la casa vacía se emparenta con la bonita cuestión filosófica que se pregunta si existe el mundo real fuera de nosotros mismos. Yo no lo tengo muy claro pero, por si acaso, procuro no atravesar los semáforos en rojo.


¿Qué hace una casa cuando no hay nadie vigilándola?

Quienes creemos que el diseño es una disciplina encaminada a mejorar la existencia de las personas, hemos de aceptar que una casa vacía se compone de una materia tan inerte como la del planeta Marte, puesto que todo está allí para nosotros. Si la vida se la proporcionamos sus ocupantes, podemos pensar que, cuando pillamos el ascensor, el apartamento se queda en estado de hibernación, más o menos como un ordenador. Si se trata de una vivienda inteligente tenemos la posibilidad de espiarla con las cámaras que envían imágenes a nuestro smartphone para ver qué pasa allí. Tal vez hemos programado que las persianas suban y bajen al tiempo que un chucho electrónico previene a los cacos pero, aparte de estos accidentes provocados, la casa inteligente no suele observar mayores dinámicas que las de su prima de toda la vida.
 
 
Los Sims precisan urgentemente el asesoramiento de un diseñador de interiores

Las viviendas vacías forman parte de nuestro imaginario cultural con manifestaciones fantásticas como la casa encantada, la casa del terror o la casita de chocolate; expresiones artísticas como la habitación de Van Gogh o el salón Mae West de Dalí; e incluso, más recientemente, en versión virtual como la casa de los Sims, bonita por fuera, espantosa por dentro. También podemos citar el Palacio de la Memoria, un anticuado recurso nemotécnico que permite recordar sucesos o frases. Para ello, utiliza el método de asociar imágenes con los muebles y objetos que pueblan una enorme vivienda construida en el interior de nuestra mente. El recorrido imaginario por la mansión y las paradas en determinados rincones nos permite recoger las claves del tema que debemos recordar.
 
 
El horror vacui del barroco llama a la puerta en tiempos de crisis

La casa moderna minimalista está aparentemente vacía porque nos reconforta las sensaciones espaciales, la luz sin obstáculos y la ilusión de amplitud en medio de la ciudad. La casa vacía es un lenitivo contra el stress actual porque nos proporciona paz. Por contra, el horror vacui es un sentimiento estético recurrente en diferentes periodos de la Historia (el Barroco, la época Victoriana, el Modernismo) y que representa una forma de entender el entorno abarrotado de trastos y ornamentos que hacían sentir a las personas más protegidas. Por fortuna, la arquitectura moderna nos ha vacunado contra esa especie de bulimia estética, pero nadie garantiza que la moda no vuelva con más ganas: de hecho, la decoración deriva peligrosamente hacia ahí desde hace unos años.
Existe un movimiento internacional de jóvenes antisistema que “okupa” eventualmente algunos inmuebles abandonados para protestar por la injusticia social que supone tal estado y, de paso, viven allí un tiempecito en plan cochinote. Nunca he entendido porque la reivindicación y la mugre más repelente se relacionan tan bien en estos espacios pero, en todo caso,  no deja de ser otra forma romántica de luchar contra el vacío. Cuesta imaginar el número cero. Me reconforta saber que la fascinación por el vacío, la nada, los espacios para vivir inhabitados, no es una manía mía sino una antigua obsesión que comparto con mucha gente que se viste por los pies.

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